Tu Creatividad hecha Realidad

Ayuda Inesperada

11.04.2020 13:02

 


 

Ayuda Inesperada

Por Carlos Nagasaki

El sábado había llegado, y en las áridas regiones del noreste mexicano la gente se disponía a hacer lo que por costumbre o cultura llevaba décadas realizando; tomar alcohol. Cursaba el año de 1946. Los vehículos eran un suculento lujo que tan solo unos cuantos privilegiados en el pueblo tenían la dicha de poseer. El resto de los civiles, simples mortales, se desplazaban en el acostumbrado y noble caballo.

Carlos había sido invitado a un “baile” en una comunidad ejidal que se encontraba a 40 kilómetros del pueblo. Estaba a punto de casarse con su novia Felicia. Por esta razón decidió considerar este jolgorio como una despedida de soltero. Se contactó inmediatamente con sus amigos: Otoniel –esposo de María- y los hermanos José y Ramón Rodríguez.  Este último par era también hermano de ambas mujeres mencionadas. Juntos ensillaron sus caballos desde muy temprana hora. Destaparon botellas de licor y emprendieron su camino hasta la famosa Hacienda el Caracol; Allí sería el esperado evento. Se aproximaba una noche de borrachera. Reunión de hombres. Felicia y María se quedarían en el pueblo aguardando por sus galanes. Sin embargo una inexplicable angustia les carcomía el alma. Un presentimiento atroz sobre un horroroso futuro les quebrantó su espíritu.

***

-¿oye Otoniel?.. solo espero que los hermanos González no se aparezcan por el baile, no quisiera que José se los encontrara..- expresó un tanto preocupado Carlos.

-¡calla boca, ni lo mande Dios¡..  ese pleito que tienen no se acabará hasta que alguien termine muerto..- contestó Otoniel ante las palabras de Carlos. No obstante Ramón suavizó

la situación argumentando lo siguiente:

-no se preocupen, a esos tipos no les gusta el fandango, es más seguro verlos en la cantina que en un baile..-

En ese instante llegó José quien se encontraba cobrando un dinero por la venta de unas vacas. Su caballo alazán relinchó ante los aplausos de sus amigos y enseguida prosiguieron su camino.

***

Después de una larga cabalgata la cuarteta de vaqueros arribó junto con los últimos rayos del atardecer. La fiesta estaba en su máximo esplendor. Los acordes de una guitarra con 12 cuerdas conocida como Bajo Sexto se ajustaban al compás cadencioso de un acordeón viejo y polvoriento. Sus bellas notas denotaban un profesionalismo excelso. La pista terregosa se encontraba llena de danzantes mientras los cuatro vaqueros bebían y saludaban viejos amigos en la cantina del lugar.

La noche cayó e inmediatamente los candiles fueron encendidos para proseguir con el festival. Carlos y compañía reían a carcajadas después de un gracioso chiste cortesía del cantinero. Sin embargo el rostro de José permanecía estoico. Mostraba una tensa calma y observaba fijamente la pista de baile. Se percató que la silueta de un hombre sospechoso se dirigía justo debajo del candil. Por curiosidad observó las demás fuentes de luz y constató que otros tres hombres misteriosos se posicionaron exactamente igual; debajo de las lámparas.

José enfocó su vista en uno de los hombres y reconoció a su acérrimo rival. Enseguida comprendió el infierno que se avecinaba. Inmediatamente extendió sus brazos y exclamó de manera firme.

-¡Cuidado… agáchense todos¡-

Los hombres sospechosos levantaron sus armas y destruyeron las lámparas. Todo se envolvió en una horrorosa obscuridad. El caos imperó durante aquellos minutos de terror. El grito ensordecedor de las mujeres impregnó de miedo cada rincón del rancho. De pronto unas ráfagas infernales aluzaron brevemente la obscuridad. Por cada estruendoso disparo se mostraba una horrenda silueta de aquellos vengativos psicópatas.

–¡José Rodríguez, hemos venido a matarte¡-

Aquellas amenazas se confundían entre la desesperación de los asistentes. En ese momento, Carlos avanzaba entre la multitud pero su ansiedad hizo que perdiera la huella de sus amigos. Solo podía escuchar los estallidos de balas asesinas. Por supervivencia trató de alejarse del lugar pero su desesperación lo venció. Gritó despavorido el nombre de sus amigos pero nunca logró identificar a nadie entre la obscuridad.

–¡Ramónnnnn¡…¡Joseeee¡…¡Otoniellll¡..-

Nadie respondía. Solo las balas y los gritos de pánico perturbaban sus oídos. Carlos no soportó su creciente ansiedad y exclamó desesperado al cielo;

–Dios mío, ¿Que está pasando?..¿Dónde están mis amigos?..¡ayúdame por favor¡..-

El muchacho continuó avanzando impacientemente entre la multitud. De pronto su rostro se impactó con otra persona. Ambos cayeron al suelo. Enseguida la silueta de un hombre lo tomó de sus hombros y le exclamó urgentemente unas palabras;

–¡Los González están aquí¡ ..corre en esta dirección hasta que llegues a una carreta abandonada, allí están tus amigos esperándote-

Carlos intentó reconocer el rostro de aquella persona. Pero la obscuridad entorpeció su visión. Un mar de dudas lo colmaron en aquel momento. Sin embargo sabía que no tenía tiempo. Arrancó corriendo pero antes preguntó la cuestión principal.

–¿Quién eres tú?..-

La silueta obscura se encontraba justo a tres pasos de distancia. Los disparos seguían resonando. Inmediatamente la respuesta enigmática fue proporcionada.

-tu pediste ayuda... ¿no es así?..-

Carlos no comprendió en ese instante la profundidad de la respuesta. Corrió hasta la dirección facilitada y en un acto increíble se reencontró con sus amigos. Ellos lo esperaban ansiosos para huir del lugar.

–Carlos, ¿estás bien?..- cuestionó José ante la respuesta positiva de su compañero.

- ¡muy bien, vámonos, vámonos, vámonos¡..-

Los vaqueros montaron caballos ajenos y cabalgaron a toda velocidad alejándose de aquella fiesta infernal.

***

El saldo fue trágico. Cuatro personas fallecieron a causa de las balas asesinas de Los González. Estos, al saber de su nefasta acción, huyeron hasta el vecino país del norte y dejaron que los años borraran aquella innecesaria masacre. Por otro lado, esta historia fue un tabú en la familia Rodríguez. Nadie se atrevió a contar nada al respecto. Las historias relatadas por Carlos, José, Ramón y Otoniel eran demasiado confusas. Sin embargo tenían un factor en común; La silueta bondadosa que los escoltó hasta el lugar más seguro para sobrevivir aquella odisea trágica.

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